Sala principal de la Biblioteca del Klementinum de Praga. |
«Hacia el alba, soñó que se había ocultado
en una de las naves de la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas
negras le preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Busco a Dios. El
bibliotecario le dijo: Dios está en una de las letras de una de las páginas
de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum. Mis padres y los padres
de mis padres han buscado esa letra; yo me he quedado ciego buscándola. Se
quitó las gafas y Hladík vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolver
un atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste lo
abrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamente seguro tocó
una de las mínimas letras. Un voz ubicua le dijo: El tiempo de tu labor ha sido
otorgado. Aquí Hladík se despertó. Recordó que los sueños de los hombres
pertenecen a Dios y que Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de
un sueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quién las dijo».