Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
7 ene 2015
27 dic 2014
22 dic 2014
El hijo
El canto de los ángeles (1881), de William-Adolphe Bouguereau
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«Nadie sabe cómo: Yahvé, el único dios que
nunca hizo el amor, fue padre de un hijo.
Según los evangelios, el hijo llegó al mundo
cuando Herodes reinaba Galilea. Como Herodes murió cuatro años antes del
comienzo de la era cristiana, Jesús ha de haber nacido por los menos cuatro
antes de Cristo.
En qué año, no se sabe. Tampoco el día, ni
el mes. Jesús ya había pasado casi cuatro siglos sin cumpleaños cuando san
Gregorio Nacianceno le otorgó, en el año 379, certificado de nacimiento. Jesús había
nacido un 25 de diciembre. Así, la Iglesia Católica hizo suyo, una vez más, el
prestigio de las idolatrías. Según la tradición pagana, ése era el día en que
el sagrado sol iniciaba su camino contra la noche, a través de las tinieblas
del invierno.
17 dic 2014
9 dic 2014
1 dic 2014
El vino y la libertad
Bacchanale (1871), de Lawrence Alma-Tadema
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«Los banquetes, y la bebida algo más
licenciosa, y aún llegando tal vez a la raya de la embriaguez (no de modo que
nos anegue, sino que nos divierta) nos aligerarán los cuidados sacando el ánimo
de su encerramiento; porque como el vino cura algunas enfermedades, así cura
también la tristeza.
28 nov 2014
23 nov 2014
Pecado de silencio
Artes, Música (1898), de Alfons Mucha
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«Es la
más grave de todas mis culpas pero, en fin, la he cometido. Pequé de silencio
ante ti y ante mí. Cuando el silencio se instala dentro de una casa, es muy
difícil hacerlo salir; cuanto más importante es una cosa, más parece que
queremos callarla. Parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez
más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye.
Woroïno estaba lleno de un silencio que parecía cada vez mayor y todo silencio
está hecho de palabras que no se han dicho. Quizás por eso me hice músico. Era
necesario que alguien expresara aquel silencio, que le arrebatara toda la
tristeza que contenía para hacerlo cantar. Era preciso servirse para ello, no
de las palabras, siempre demasiado precisas para no ser crueles, sino
simplemente de la música, porque la música no es indiscreta y cuando se lamenta
no dice por qué. Se necesitaba una música especial, lenta, llena de largas
reticencias y sin embargo verídica, adherida al silencio para acabar por meterse
dentro de él. Esa música ha sido la mía. Ya ves que no soy más que un
intérprete, me limito a traducir. Pero sólo traducimos nuestras emociones:
siempre hablamos de nosotros mismos».
(YOURCENAR, Marguerite. Alexis o el tratado del inútil combate. Madrid: Alfaguara, 1992, p. 38-39).
17 nov 2014
El adivino
La Sibila Délfica (1509), de Miguel Ángel
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«Decía
en la plaza un adivino la bienaventura, cuando le comunicaron que acababan de
abrir las puertas de su casa y robado cuanto había en ella. Tan pronto como lo
oyó, echó a correr hacia su morada, y al verlo uno le dijo:
-
Hombre, ¿ofreces adivinar la suerte de los demás y no has sabido adivinar la
tuya?».
Son
muchos los que no saben manejar sus propios negocios, y sin embargo se empeñan
en dar consejos y querer dirigir a los demás.
(ESOPO. Fábulas. [San Salvador?: s.n., s.a., p. 74).
13 nov 2014
Hermoso dios
Otoño en Murnau (1908), de Wassily Kandinsky
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Acaso el mar.
Tampoco. El hombre acaso.
Es el otoño.
Hermoso dios. La tierra
roja, La piedra,
roja. Acaso, un árbol
como la sangre.
Hermoso dios. La piedra
y el hombre.
Es el otoño.
Entonces. Caminábamos
hacia la cima. El
mar en letra impresa.
Corto en palabras,
pero en olas ancho.
(...)
Gallarta
Blas de Otero
(recogido
en el libro Pido la paz y la palabra.
8ª ed. Barcelona: Lumen, 2001, p. 27).