El canto de los ángeles (1881), de William-Adolphe Bouguereau
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«Nadie sabe cómo: Yahvé, el único dios que
nunca hizo el amor, fue padre de un hijo.
Según los evangelios, el hijo llegó al mundo
cuando Herodes reinaba Galilea. Como Herodes murió cuatro años antes del
comienzo de la era cristiana, Jesús ha de haber nacido por los menos cuatro
antes de Cristo.
En qué año, no se sabe. Tampoco el día, ni
el mes. Jesús ya había pasado casi cuatro siglos sin cumpleaños cuando san
Gregorio Nacianceno le otorgó, en el año 379, certificado de nacimiento. Jesús había
nacido un 25 de diciembre. Así, la Iglesia Católica hizo suyo, una vez más, el
prestigio de las idolatrías. Según la tradición pagana, ése era el día en que
el sagrado sol iniciaba su camino contra la noche, a través de las tinieblas
del invierno.
Haya
ocurrido cuando haya ocurrido, seguramente no se festejó aquella primera noche
de paz, noche de amor, con esa cohetería de guerra que ahora nos deja sordos.
Seguramente no hubo estampitas mostrando al bebé de rulitos rubios que aquel
recién nacido no era; como no eran tres, ni eran reyes, ni eran magos, los tres
reyes magos que iban camino al pesebre de Belén, tras una estrella viajera que
nadie vio nunca. Y seguramente, también, aquella primera Navidad, que tan malas
noticias traía para los mercaderes del templo, no fue ni quiso ser una promesa
de ventas espectaculares para los mercaderes del mundo».
(GALEANO, Eduardo. Espejos
: una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008,
p.64).
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