El acero
(1928), de František
Kupka
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«Sí, tal vez existiera ese universo
invulnerable a los destructivos poderes del tiempo; pero era un helado museo de
formas petrificadas, aunque fuesen perfectas, formas regidas y quizá concebidas
por el espíritu puro. Pero los seres humanos son ajenos al espíritu puro,
porque lo propio de esta desventurada raza es el alma, esa región desgarrada
entre la carne corruptible y el espíritu puro, esa región intermedia en que
sucede lo más grave de la existencia: el amor y el odio, el mito y la ficción,
la esperanza y el sueño.