Lirios (1889), de Vincent van Gogh
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Ocurre un pequeño seísmo
cuando dices mi nombre.
Me elevas a la altura de tu boca
lentamente
para no deshojarme.
Tiemblo como si tuviera
quince años y toda la tierra
fuera leve.
¡Oh, inefable primavera!
(ANDRADE, Eugénio de. Los surcos de la sed. Madrid: Calambur, 2001, p. 29).