La espera (1885) de Lawrence Alma-Tadema |
«En un paisaje de sombras, ella tiene cuerpo, presencia, voz. Es un caso único en Roma: una joven independiente y culta que insiste en su derecho al amor; una poeta de cuya vida y sentimientos habla ella misma, con sus propias palabras, sin mediaciones masculinas.
Sulpicia vivió en el siglo dorado del emperador Augusto. Fue una mujer excepcional por muchos motivos –el más importante de ellos era que pertenecía a ese 1 por ciento de la población romana que hoy clasificamos como élite, situada en la cumbre de un mundo duro y jerárquico–. Su madre era hermana de Marco Valerio Mesala Corvino, un poderoso general y mecenas literario. En la mansión de su tío conoció a algunos de los poetas más aclamados de la época, como Ovidio o Tibulo. Favorecida por la riqueza y el parentesco, Sulpicia se atrevió a escribir poemas autobiográficos, los únicos versos de amor escritos por una mujer romana de la época clásica que han llegado hasta nosotros. En sus poesías habla de una voz femenina que reclama algo poco común en la época: libertad y placer».
(VALLEJO, Irene. El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo. 11ª ed. Madrid: Siruela, 2020, p. 380).
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