10 feb 2015

Lo que el invierno ofrece


«Cuando el suelo queda parcialmente libre de nieve y su superficie se ha secado algo por efecto de los días tibios, me era grato buscar las primeras señales del tiempo nuevo que atisbaban apenas al exterior entre la majestuosa belleza de la vegetación ya marchita que logró resistir el invierno: siemprevivas, olidagos, junquillos y las graciosas gramíneas salvajes, más visibles y a menudo más graciosas que en verano, como si su belleza no madurase hasta entonces; igual ocurre con la planta del algodón, la espadaña, el verbasco, la candelaria, el corazoncillo, la espirea y otras plantas de tallo duro, graneros inagotables que alimentan a los primeros pájaros recién llegados, plantas discretas como velo de viuda para la naturaleza invernal.Mis preferencias se inclinan hacia los juncos de tallo inclinado, con su punta en forma de haz, que nos traen durante el invierno el recuerdo del estío, a los cuales gusta de imitar el arte, y que dentro del reino vegetal guardan en la mente del hombre igual relación que la astronomía. Es un estilo antiguo, más viejo que el de Grecia o Egipto. Muchos de los fenómenos invernales nos sugieren una ternura y una frágil delicadeza inexplicable. Estamos acostumbrados a ver en el invierno un tirano violento y tumultuoso, cuando en realidad adorna las trenzas del verano con la dulzura de un amante».


(THOREAU, Henry David. Walden o la vida en los bosques. Barcelona: Juventud, 2010, p. 379-380).

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