se va
por otros derroteros,
escapa
de los iris y se aleja
dejándome
vacía, sin paisaje.
Yo sé
que necesita otras esquinas,
otras
alturas desde dónde otear;
que
las cuencas de mis ojos
le
resultan estrechas, limitadas.
Y por
eso se lanza,
con avidez de luna,
a un
camino sin márgenes ni trazos.
Y
cuando regresa
-porque siempre vuelve-,
se
desliza y se posa con paciencia,
me
cuenta susurrando el recorrido:
dice
de cielos nuevos con sus nubes,
trozos
de sol, sonrisas, pieles, llantos,
heridas
en el agua, sonidos de sirenas,
y
alguna voz grabada que ilustra con un rostro.
Y yo quedo asombrada
de
saberme tan corta, tan pequeña;
de no
poder ser tiempo, sólo olvido,
de
estar pisando tierra, no ser hoja.
Y
todos los sentidos se me agolpan:
la
mirada que ha vuelto los reúne,
los
alienta con brillos y con olas;
entonces
yo despierto del letargo,
abro
los ojos, cierro los miedos
y
salgo en busca de paisajes.Neposkná Dinesen
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