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Filosofía desde la Sala de la Signatura (1511), de Rafael Sanzio
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«Cuando la Filosofía hace su historia suele
olvidar desdeñosamente lo que deben los hombres a otros saberes nacidos más
allá o más acá de ella. Lo que se debe, por ejemplo, a la poesía y a la novela.
Tendría razón en ignorarlas y hasta en desdeñarlas si su existencia misma no
las necesitara. La Filosofía no necesita supuestos –tal vez se así– para su
ideal existencia, según ella misma establece. Pero si se la considera en la
vida de cada hombre, los necesita más que cualquier otro género de
conocimiento. No puede compararse con la Religión; la Religión no necesita de
condiciones para entrar en la vida de un hombre; ella sola puede penetrar y
consumir su vida entera hasta absorberla: las vidas de tantos santos ignorantes
que comenzaron por ser “tocados” cuando eran hombres vulgares o disipados, lo
muestra bien a las claras. La Filosofía, por el contrario, necesita el mayor
número de condiciones en la vida del filósofo. Si la Filosofía no tiene vida,
el filósofo la tiene en el mayor grado; ha tenido, en realidad, que
transformarse para entrar en la Filosofía».
(ZAMBRANO, María. La confesión: género literario. 2ª ed. Madrid: Siruela, 2001, p. 13-14).
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