La vida (1903), de Pablo Picasso
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«El
atardecer era tibio y claro; el cielo había quedado limpio desde la mañana.
Raskólnikov iba a su casa; tenía prisa. Quería acabarlo todo antes de que se
pusiera el sol. No deseaba encontrarse con nadie hasta tenerlo todo arreglado.
Al subir la escalera de su casa, se dio cuenta de que Nastasia, dejando el
samovar que estaba preparando, le había mirado fijamente y le acompañaba con la
vista. “¿No habría alguien en mi habitación?”, se preguntó. Pensó con desagrado
en Porfiri. Pero al abrir la puerta de su cuchitril, vio a Dúnechka. Estaba
sola, embebida en sus pensamientos; al parecer, hacía mucho rato que le
esperaba. Raskólnikov se detuvo en el umbral. Dunia se levantó del diván,
sobresaltada, e irguió la cabeza. Su mirada, fija, clavada en su hermano,
reflejaba un sentimiento de horror y de aflicción abrumadoras. Esa mirada bastó
a Raskólnikov para comprender que Dunia lo sabía todo».
(DOSTOIEVSKI, Fedor. Crimen
y castigo. Barcelona: Círculo de Lectores, 1984, p. 510-511).
Crimen
y castigo (1866), considerada
como la primera obra maestra de Dostoievski, es un profundo análisis
psicológico de su protagonista, el joven estudiante Raskolnikov, cuya firme
creencia en que los fines humanitarios justifican la maldad le conduce al
asesinato de una usurera. Pero, desde que comete el crimen, la culpabilidad
será una pesadilla constante con la que el estudiante será incapaz de convivir.
El estilo enfebrecido y compasivo de Dostoievski sigue con maestría única los
recovecos de las contradictorias emociones del estudiante y refleja la lucha
extrema que libra con su conciencia mientras deambula por las calles de San
Petersburgo. Ya en prisión, Raskolnikov se da cuenta de que la felicidad no
puede ser alcanzada siguiendo un plan establecido a priori por la razón: ha de
ganarse con sufrimiento.
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