22 jun 2019

Anatomía de una eternidad

Biblioteca de la Universidad de Aberdeen (Escocia)
   «La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdad cuyo corolario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas».


(BORGES, Jorge Luis. Narraciones. 9ª ed.  Madrid: Cátedra, 1994, p. 107).

10 jun 2019

Tu deseo


«No olvides nunca formular tu deseo, Malte. Deseos, no se debe renunciar a desear. Creo que no se realizan, pero hay deseos a largo plazo, que duran toda la vida, de manera que no podría esperarse su cumplimiento».


(RILKE, Rainer Maria. Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Buenos Aires: Corregidor, 1977, p. 87).

6 jun 2019

Nubes

La montaña de los inmortales,  de Yokoyama Taikan
Nubes erráticas
de repente el arcoiris
entre las lilas.

Ryû

24 may 2019

Recuerdos de una infancia

   «Mas no vayamos demasiado aprisa: rodaríamos sin querer por la cuesta que nos devuelve al presente. Contemplemos más bien ese mundo en donde el hombre no estorba todavía, esas pocas leguas de bosque cortado por algunas landas, que se extienden casi sin interrupción desde Portugal hasta Noruega, desde las dunas hasta las futuras estepas rusas. Recreemos dentro de nosotros ese océano verde –no inmóvil, como lo son las tres cuartas partes de nuestras reconstrucciones del pasado–, sino moviéndose y cambiando en el transcurso de las horas, de los días y de las estaciones, que fluyen sin haber sido computados por nuestros calendarios ni por nuestros relojes. Contemplemos cómo enrojecen en otoño los árboles de hoja caduca, y cómo mecen los abetos en primavera sus hojas recientes, cubiertas aún de una delgada cápsula parda. Bañémonos en ese silencio casi virgen de ruidos de voces y herramientas humanas, sólo interrumpido por los cantos de los pájaros o su llamada de aviso cuando algún enemigo, ardilla o comadreja, se acerca; el zumbido de miríadas de mosquitos, a un mismo tiempo depredadores y presas; el gruñido de un oso que busca un panal de miel en la hendidura de un árbol, mientras las abejas lo defienden zumbando, o asimismo el estertor de un ciervo atacado por un lobo cerval.

13 may 2019

La claridad


[...]
Demasiada belleza, demasiada
para que en el dolor de estar ausente
la claridad no cese y nunca vaya
mudada hasta cesar del todo y muera
abandonando el fruto de la tarde
en unas manos nuevas sobre el mundo.
¿Hasta cuándo esa frágil voladura
 de perderse y morir? ¿En qué retina
volverá a ser la luz más infinita
que en esta perdición sobre los ojos
que ahora escapan sin más a otra ladera?
¿Es esta claridad siempre la misma
cuando nos llena el alma hasta colmarla
de una plena pasión de luz sin forma?

5 may 2019

El león y la hiena

El beso (1925) de Pablo Picasso
   «El león, símbolo de la valentía y la nobleza, vibra en los himnos, flamea en las banderas y custodia castillos y ciudades. La hiena, símbolo de la cobardía y la crueldad, no vibra, ni flamea, ni custodia nada. El león da nombre a reyes y plebeyos, pero no hay noticia de que ninguna persona se haya llamado o se llama Hiena.
   El león es un mamífero carnívoro de la familia de los félidos. El macho se dedica a rugir. Sus hembras se ocupan de cazar un venado, una cebra o algún otro bicho indefenso o distraído, mientras el macho espera. Cuando la comida está lista, el macho se sirve primero. De lo que sobra, comen las hembras. Y al final, si algo queda todavía, comen los cachorros. Si no queda nada, se joden.
   La hiena, mamífero carnívoro de la familia de los hiénidos, tiene otras costumbres. Es el caballero quien trae la comida; y él come último, después que se han servido los niños y las damas.
   Para elogiar, decimos: Es un león. Para insultar: Es una hiena. La hiena se ríe. Por qué será».


(GALEANO, Eduardo.  Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 315).