No son sólo los del amor feliz,
Ni los de la riqueza, ni los de
la edad madura llena de
honores, ni los de las victorias
de la política o de la guerra;
Mas, cuando declina la vida y se
apaciguan todas las pasiones
turbulentas,
Cuando se cubre el cielo de la
tarde de colores vistosos, etéreos,
silenciosos,
Cuando se nos inunda el cuerpo de
dulzura, plenitud, sosiego,
como
de un aire refrescante y balsámico,
Cuando los días se visten de una
luz más suave, y la manzana
pende
al fin del árbol, lograda, indolente, madura,
¡Entonces los días son fecundos,
apacibles, los más felices
de
todos!
¡Los días tranquilos de la dulce
meditación y de la dicha!
(WHITMAN,
Walt. Hojas de hierba. Barcelona: Tesys,1986, p. 656-657).