25 ene 2015

Una amistad verdadera

El abrazo (1903),  de Pablo Picasso
«La amistad se basa en la esperanza y también en una desnudez de espíritu en la que hallamos quietud y descanso. Cuando nada se codicia del otro, la amistad alcanza su completa madurez y desarrollo. Es una idea expresada a lo largo de los siglos en las grandes obras del pensamiento universal. Esta gama de amistades forma un crisol de diversidades. Quiero alejarme de los oropeles y los fuegos artificiales que consisten en exaltar la amistad de forma acrítica, como algo maravilloso, que funciona sin más. No quiero seguir ese sendero, una especie de feria de vanidades, conocer a mucha gente y codearse con ella, pero todo epidérmico, superficial, liviano. Nos quedamos en la cáscara de la relación humana. Eso no es amistad, eso es conocer gente, tratarse con ella... O es un grado muy elemental, que se sitúa en la falda de lo que debemos entender por una amistad verdadera. En ella hay intimidad, uno se arriesga, cuenta su vida, abre su corazón y deja que el otro se adentre por los pasadizos de la vida privada y conozca lo que allí hay, existe, se mueve, circula...».


(ROJAS, Enrique. Amistad: adiós a la soledad. Madrid: Temas de hoy, 2009, p. 27-28).

17 ene 2015

De la forma más simple

Es sólo el inicio. Después duele
y se le da nombre.
A veces lo llaman pasión. Que puede
ocurrir de la forma más simple:
unas gotas de lluvia en el cabello.
Acercas la mano, los dedos
empiezan a arder inesperadamente
retrocedes de miedo. Aquellos cabellos,
sus gotas de agua son el inicio,
sólo el inicio. Antes
del final deberás tomar el fuego
y hacer del invierno
la más ardiente de las estaciones.


(ANDRADE, Eugénio de. Los surcos de la sed. Madrid: Calambur, 2001, p. 31).

22 dic 2014

El hijo


El canto de los ángeles (1881), 
de William-Adolphe Bouguereau
   «Nadie sabe cómo: Yahvé, el único dios que nunca hizo el amor, fue padre de un hijo.

   Según los evangelios, el hijo llegó al mundo cuando Herodes reinaba Galilea. Como Herodes murió cuatro años antes del comienzo de la era cristiana, Jesús ha de haber nacido por los menos cuatro antes de Cristo.

   En qué año, no se sabe. Tampoco el día, ni el mes. Jesús ya había pasado casi cuatro siglos sin cumpleaños cuando san Gregorio Nacianceno le otorgó, en el año 379, certificado de nacimiento. Jesús había nacido un 25 de diciembre. Así, la Iglesia Católica hizo suyo, una vez más, el prestigio de las idolatrías. Según la tradición pagana, ése era el día en que el sagrado sol iniciaba su camino contra la noche, a través de las tinieblas del invierno.

1 dic 2014

El vino y la libertad

Bacchanale (1871)de Lawrence Alma-Tadema
«Los banquetes, y la bebida algo más licenciosa, y aún llegando tal vez a la raya de la embriaguez (no de modo que nos anegue, sino que nos divierta) nos aligerarán los cuidados sacando el ánimo de su encerramiento; porque como el vino cura algunas enfermedades, así cura también la tristeza.

23 nov 2014

Pecado de silencio



Artes, Música  (1898),  de Alfons Mucha
«Es la más grave de todas mis culpas pero, en fin, la he cometido. Pequé de silencio ante ti y ante mí. Cuando el silencio se instala dentro de una casa, es muy difícil hacerlo salir; cuanto más importante es una cosa, más parece que queremos callarla. Parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye. Woroïno estaba lleno de un silencio que parecía cada vez mayor y todo silencio está hecho de palabras que no se han dicho. Quizás por eso me hice músico. Era necesario que alguien expresara aquel silencio, que le arrebatara toda la tristeza que contenía para hacerlo cantar. Era preciso servirse para ello, no de las palabras, siempre demasiado precisas para no ser crueles, sino simplemente de la música, porque la música no es indiscreta y cuando se lamenta no dice por qué. Se necesitaba una música especial, lenta, llena de largas reticencias y sin embargo verídica, adherida al silencio para acabar por meterse dentro de él. Esa música ha sido la mía. Ya ves que no soy más que un intérprete, me limito a traducir. Pero sólo traducimos nuestras emociones: siempre hablamos de nosotros mismos».


(YOURCENAR, Marguerite. Alexis o el tratado del inútil combate.  Madrid: Alfaguara, 1992, p. 38-39).