Es sólo el inicio. Después duele
y se le da nombre.
A veces lo llaman pasión. Que puede
ocurrir de la forma más simple:
unas gotas de lluvia en el cabello.
Acercas la mano, los dedos
empiezan a arder inesperadamente
retrocedes de miedo. Aquellos cabellos,
sus gotas de agua son el inicio,
sólo el inicio. Antes
del final deberás tomar el fuego
y hacer del invierno
la más ardiente de las estaciones.
(ANDRADE, Eugénio de. Los surcos de la sed. Madrid: Calambur, 2001, p. 31).
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