El abrazo (1903), de Pablo Picasso
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«La
amistad se basa en la esperanza y también en una desnudez de espíritu en la que
hallamos quietud y descanso. Cuando nada se codicia del otro, la amistad
alcanza su completa madurez y desarrollo. Es una idea expresada a lo largo de
los siglos en las grandes obras del pensamiento universal. Esta gama de
amistades forma un crisol de diversidades. Quiero alejarme de los oropeles y
los fuegos artificiales que consisten en exaltar la amistad de forma acrítica,
como algo maravilloso, que funciona sin más. No quiero seguir ese sendero, una
especie de feria de vanidades, conocer a mucha gente y codearse con ella, pero
todo epidérmico, superficial, liviano. Nos quedamos en la cáscara de la
relación humana. Eso no es amistad, eso es conocer gente, tratarse con ella...
O es un grado muy elemental, que se sitúa en la falda de lo que debemos
entender por una amistad verdadera. En ella hay intimidad, uno se
arriesga, cuenta su vida, abre su corazón y deja que el otro se adentre por los
pasadizos de la vida privada y conozca lo que allí hay, existe, se mueve,
circula...».
(ROJAS, Enrique. Amistad: adiós a la soledad. Madrid:
Temas de hoy, 2009, p. 27-28).