«Tras una calma noche de invierno me desperté con la
sensación de que mientras dormía me había sido formulada una pregunta a la que
yo había tratado en vano de responder en medio de mi sueño. ¿Cómo, cuándo,
dónde? Pero surgió con el amanecer la Naturaleza, en la que viven todas las
criaturas, atisbando por mi ventana con rostro satisfecho y sin pregunta alguna
en sus labios. Desperté, pues, a una cuestión ya resuelta, a la Naturaleza y a
la luz del día. La nieve, salpicada de agujas de pino, que yacía pesadamente
sobre la tierra y hasta la misma ladera
sobre la que se asienta mi cabaña parecía decir: ¡Adelante! La Naturaleza no
hace preguntas ni responde a ninguna de las que formulamos los mortales.
Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
13 ene 2014
5 ene 2014
30 dic 2013
Lo que le pido al día
There was a Little Magpie (1928), de Joan Miró
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Lo que al día le pido ya no es
que me cumpla los sueños, que me
entregue
los deseos cumplidos de otros
días,
porque al fin he aprendido que
los sueños
son iguales que las alas de un
insecto
y al tocarlos el hombre se
deshacen;
y es que un sueño al cumplirse es
otra cosa
que no ayuda a volar.
24 dic 2013
El Niño Jesús
La Virgen del Pez (c.a. 1513), de Rafael Sanzio
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«Bendito día de Nochebuena en que los
pequeños con piernecitas saltarinas de impaciencia y ojos brillantes escuchan
junto a la puerta cerrada detrás de la que se preparan maravillas relucientes y
perfumadas, en que con gesto importante observan a la madre que asa el pescado
de fiesta para la cena y, con viejas canciones en los frescos labios, corren
brincando a donde está la abuelita que sueña sentada en el alto sillón de
orejas junto al fuego parlanchín, y le besan las manos dulces y arrugadas.
19 dic 2013
14 dic 2013
Exilio de una soledad anhelada
«Estaba harto de esta vigilancia ininterrumpida de los vecinos, de los
compañeros, de sus niños, de su amante, de su esposa. “¿Dónde estabas? ¿Dónde
vas? ¿Por qué haces esto y no lo otro? Venga, ¡respóndeme! ¿Por qué no dices
nada? ¿En qué piensas? ¿En qué piensas ahora mismo? Dímelo, ¡dímelo!”
Un día se encerró a cal y canto. Aporrearon
su puerta. Calló. Le miraron por la ventana. Le miraron por la ventana. Corrió
las cortinas. Taladraron un agujero en la puerta, y vio un ojo que lo
observaba.
Al día siguiente, a las cinco de la mañana,
se puso un sombrero, cogió algunos libros y un paraguas. Después de caminar
treinta y tres horas, se instaló en un paisaje vacío y amplio, donde no había
nadie.
8 dic 2013
Bajo el dulce cielo de diciembre
«Rosa,
divina rosa que te balanceas al viento, aún salpicada de la menuda lluvia
nocturna. Eres feliz en tu placidez, sobre la frescura jugosa de tu tallo, bajo
el dulce cielo de diciembre. Pero no tanto como yo. Tú no puedes mirarlo y yo
sí. Si sus manos posaran en tu carnadura, no las reconocerías como yo, por su
simple tacto. Si oyeras cerca de ti el latido de su corazón, no sabrías que es
el suyo, como yo, por su solo golpe».
(STORNI, Alfonsina. Poemas de amor. 3ª ed. Madrid: Hiperión,
2003, p. 51).
1 dic 2013
La ventana
dudosa siempre en último extremo si presentarse como cuchillo.
Cuánta vacilación en el color de los ojos
antes de quedar frío como una gota amarilla.
Tu tristeza, minutos antes de morirte,
sólo comparable con la lentitud de una rosa cuando acaba,
esa sed con espinas que suplica a lo que no puede,
gesto de un cuello, dulce carne que tiembla.
Eras hermosa como la dificultad de respirar en un cuarto cerrado.
Cuánta vacilación en el color de los ojos
antes de quedar frío como una gota amarilla.
Tu tristeza, minutos antes de morirte,
sólo comparable con la lentitud de una rosa cuando acaba,
esa sed con espinas que suplica a lo que no puede,
gesto de un cuello, dulce carne que tiembla.
Eras hermosa como la dificultad de respirar en un cuarto cerrado.
24 nov 2013
El despertar de la palabra
Moebius Strip I (1961), de M.C. Escher
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«Indecisa,
apenas articulada, se despierta la palabra. No parece que vaya a orientarse
nunca en el espacio humano, que va tomando posesión del ser que despierta lenta
o instantáneamente. Pues que si el despertar se da en un instante, el espacio
le acomete como si ahí le hubiese estado aguardando para definirle, para
hacerle saber que es un ser humano sin más. Mientras el fluir temporal, en
retraso siempre, se queda apegado al ser que despierta envuelto en su tiempo,
en un tiempo suyo que guarda todavía sin entregarlo, el tiempo en el que ha
estado depositado confiadamente.