La Virgen del Pez (c.a. 1513), de Rafael Sanzio
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«Bendito día de Nochebuena en que los
pequeños con piernecitas saltarinas de impaciencia y ojos brillantes escuchan
junto a la puerta cerrada detrás de la que se preparan maravillas relucientes y
perfumadas, en que con gesto importante observan a la madre que asa el pescado
de fiesta para la cena y, con viejas canciones en los frescos labios, corren
brincando a donde está la abuelita que sueña sentada en el alto sillón de
orejas junto al fuego parlanchín, y le besan las manos dulces y arrugadas. Y
entonces llega a casa el padre con perlas de nieve en la barba y trae un buen
trozo de invierno y habla del Niño Jesús con el que se ha encontrado en caminos
cubiertos de nieve, y cuenta que tiene el cabello como el oro puro y las manos
llenas de cosas preciosas. Y afuera ruge la tormenta y la campanilla de un
trineo suena en alguna parte, y todo es tan misterioso y tan grande y tan
solemne que ya no se puede olvidar jamás... en toda la vida».
(RILKE, Rainer Maria. A lo largo de la vida: historias cortas y apuntes. 2ª ed. Barcelona: Alba Editorial, 1999, p. 89).
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