Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
18 nov 2013
8 nov 2013
Apariencia del viento
Como
leve sonido:
hoja que roza un vidrio,
agua que acaricia unas guijas,
lluvia que besa una frente juvenil;
lluvia que besa una frente juvenil;
como
rápida caricia:
pie desnudo sobre el camino,
dedos que ensayan el primer amor,
sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
pie desnudo sobre el camino,
dedos que ensayan el primer amor,
sábanas tibias sobre el cuerpo solitario;
como
fugaz deseo:
seda brillante en la luz,
esbelto adolescente entrevisto,
lágrimas por ser más que un hombre;
esbelto adolescente entrevisto,
lágrimas por ser más que un hombre;
2 nov 2013
La transformación en lector
27 oct 2013
Aquel rostro
«El niño cambiaba, crecía. Una semana de
indolencia bastaba para ablandarlo; una tarde de caza le devolvía su firmeza,
su atlética rapidez. Una hora de sol lo hacía pasar del color del jazmín al de
la miel. Las piernas algo pesadas del potrillo se alargaron; la mejilla perdió
su delicada redondez infantil, ahondándose un poco bajo el pómulo saliente; el
tórax henchido de aire del joven corredor asumió las curvas lisas y pulidas de
una garganta de bacante. El mohín petulante de los labios se cargó de una
ardiente amargura, de una triste saciedad. Sí, aquel rostro cambiaba como si yo
lo esculpiera noche y día».
(YOURCENAR,
Marguerite. Memorias de Adriano. 1ª ed., 21ª
reimp. Barcelona: Edhasa, 1991, p. 131).
23 oct 2013
20 oct 2013
Otoño llameante
El viento despierta,
barre los pensamientos de mi frente
y me suspende
en la luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!
Otoño: entre tus manos frías
el mundo llamea.
y me suspende
en la luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!
Otoño: entre tus manos frías
el mundo llamea.
Otoño
(1933)
Octavio Paz
14 oct 2013
9 oct 2013
3 oct 2013
Bajo este cielo desleído
«No sé que
suerte de inclemencia está cayendo a plomo sobre el paisaje. La carretera, con
trazas y mañas de río, simula apacibles aguas cristalinas y se aleja bajo la
llovizna. El esplendor de la hierba todavía no es más que una promesa bajo el
cielo de mármol uniforme, sin mácula, sin una grieta de luz. Más allá de
semejante atmósfera atribulada se esconden auroras radiantes y rosadas nubes de
algodón.