Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
31 may 2019
24 may 2019
Recuerdos de una infancia
«Mas
no vayamos demasiado aprisa: rodaríamos sin querer por la cuesta que nos
devuelve al presente. Contemplemos más bien ese mundo en donde el hombre no
estorba todavía, esas pocas leguas de bosque cortado por algunas landas, que se
extienden casi sin interrupción desde Portugal hasta Noruega, desde las dunas
hasta las futuras estepas rusas. Recreemos dentro de nosotros ese océano verde –no
inmóvil, como lo son las tres cuartas partes de nuestras reconstrucciones del
pasado–, sino moviéndose y cambiando en el transcurso de las horas, de los días
y de las estaciones, que fluyen sin haber sido computados por nuestros
calendarios ni por nuestros relojes. Contemplemos cómo enrojecen en otoño los
árboles de hoja caduca, y cómo mecen los abetos en primavera sus hojas
recientes, cubiertas aún de una delgada cápsula parda. Bañémonos en ese
silencio casi virgen de ruidos de voces y herramientas humanas, sólo
interrumpido por los cantos de los pájaros o su llamada de aviso cuando algún enemigo,
ardilla o comadreja, se acerca; el zumbido de miríadas de mosquitos, a un mismo
tiempo depredadores y presas; el gruñido de un oso que busca un panal de miel
en la hendidura de un árbol, mientras las abejas lo defienden zumbando, o
asimismo el estertor de un ciervo atacado por un lobo cerval.
18 may 2019
13 may 2019
La claridad
[...]
Demasiada belleza, demasiada
para que en el dolor de estar ausente
la claridad no cese y nunca vaya
mudada hasta cesar del todo y muera
abandonando el fruto de la tarde
en unas manos nuevas sobre el mundo.
¿Hasta cuándo esa frágil voladura
de perderse y
morir? ¿En qué retina
volverá a ser la luz más infinita
que en esta perdición sobre los ojos
que ahora escapan sin más a otra ladera?
¿Es esta claridad siempre la misma
cuando nos llena el alma hasta colmarla
de una plena pasión de luz sin forma?
5 may 2019
El león y la hiena
El beso (1925), de Pablo Picasso |
«El león,
símbolo de la valentía y la nobleza, vibra en los himnos, flamea en las
banderas y custodia castillos y ciudades. La hiena, símbolo de la cobardía y la
crueldad, no vibra, ni flamea, ni custodia nada. El león da nombre a reyes y
plebeyos, pero no hay noticia de que ninguna persona se haya llamado o se llama
Hiena.
El león es un
mamífero carnívoro de la familia de los félidos. El macho se dedica a rugir.
Sus hembras se ocupan de cazar un venado, una cebra o algún otro bicho
indefenso o distraído, mientras el macho espera. Cuando la comida está lista,
el macho se sirve primero. De lo que sobra, comen las hembras. Y al final, si
algo queda todavía, comen los cachorros. Si no queda nada, se joden.
La hiena,
mamífero carnívoro de la familia de los hiénidos, tiene otras costumbres. Es el
caballero quien trae la comida; y él come último, después que se han servido
los niños y las damas.
Para elogiar,
decimos: Es un león. Para insultar: Es una hiena. La hiena se
ríe. Por qué será».
(GALEANO, Eduardo. Bocas
del tiempo. Madrid: Siglo XXI de
España, 2004, p. 315).