«El
lucro es el dios que al mismo tiempo aplasta a las almas como obleas idénticas
y las enfrenta unas contra otras con ferocidad de bestias. El signo estampado
sobre cada cuerpo y cada alma es el precio. La pregunta universal es ¿cuánto
vales? Las leyes del mercado se aplican lo mismo a la propaganda política que a
la literatura, a la predicación religiosa que a la pornografía, a la belleza
corporal que a las obras de arte. Las almas y los cuerpos, los libros y las
ideas, los cuadros y las canciones se han convertido en mercancías. La libertad
y la educación para todos, en contra de lo que creían los hombres de la
Ilustración, no han llevado a los hombres a frecuentar a Platón o a Cervantes
sino a la lectura de los comics y los best-sellers. El
conformismo es tal que incluso la pornografía ha dejado de interesar a las
masas. El arte es un valor mercantil: sube y baja como las acciones de la
bolsa. Podría extenderme acerca de este estado de espíritu o, más bien, de ausencia
de espíritu: ¿para qué? No descubro nada nuevo, hablo de males conocidos. Todos
sabemos que la mancha se extiende, seca los sesos y dibuja sobre todas las
caras la misma sonrisa de satisfacción idiota».
(PAZ, Octavio. Itinerario. 1ª ed.,
3ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 123).
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