Pandora (1872), de William-Adolphe Bouguereau
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«Todas las fases del viento tienen su psicología. El
viento se excita y se desanima. Grita y se queja. Pasa de la violencia a la
angustia. El carácter mismo de los soplos entrecortados e inútiles puedar dar
una imagen de una melancolía ansiosa muy diferente de la melancolía agobiada.
Veremos dicho matiz en una página de Gabriel d’Annunzio (Contemplación de la
muerte): “Y el viento era como el pesar de lo que ya no es, era como la
ansiedad de las criaturas no formadas aún, cargado de recuerdos, henchido de
presagios, compuesto de almas desgarradas y de alas inútiles”.
Volveremos a encontrar las mismas
impresiones de vida encarnizada y dolorosa en unos versículos que Saint-Pol
Roux (La rosa y las espinas del camino) consagra al “Misterio del
Viento”. En una cosmicidad excesiva, porque está mal preparada, el poeta hace
nacer al viento de un sueño de la Tierra: “Cuando los deseos del porvenir o los
pesares del recuerdo despiertan en cualquier parte de ese cráneo gigantesco, el
Globo –el viento se levanta”. Después, como si el sueño de la tierra debiera
agitarse en soplos contrarios, el poeta evoca todas las desuniones del viento:
“El espacio está compuesto de almas dispersas, a la expectativa o bien en
irremediable exilio de la materia, cuya moción diversa inspira, ramas, velos y
nubes.” Para el poeta bretón cada soplo de aire está animado, es un jirón de
aire que ha vivido antaño, es un tejido aéreo que va a vestir un alma».
(BACHELARD, Gaston. El agua y los sueños. 1ª ed., 7ª reimp. México:
Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 284).
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