Dos amigos (1904), de Pablo Picasso |
La amistad perfecta debería ser como la
soledad, pero afortunada, liberada de angustia, rechazo y aislamiento. No me
refiero a la imagen del doble de uno mismo, percibida a través de un filtro, de
una lupa que agrandaría sus cualidades. La mirada del amigo debería revelarnos,
sin indulgencia, nuestra propia imagen. Ese sentimiento se mantendría, pues,
con una reciprocidad inquebrantable, regido por el mismo principio del amor: el
respeto que uno se debe a sí mismo para que los demás nos correspondan con
naturalidad».
(BEN JELLOUN, Tahar. Elogio de la amistad. Barcelona:
Muchník, 2001, p. 5-6).
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