Vrindaban (1965), de Octavio Paz
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–No –dijo la sobrina–; no hay qué perdonar a
ninguno porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojadlos por las
ventanas al patio y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego; y si no,
llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.