Ilustración
de Fernando Vicente
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La música nos sirve para desplegar los sentimientos comprimidos en
nuestro fuero interno. Escogemos los materiales que más fácilmente resuenan y
con ellos fabricamos instrumentos sonoros: metal y piedra, bambú y seda,
calabazas y arcilla, piel y madera. El cielo no procede de otro modo. También
él escoge aquello que más fácilmente resuena: los pájaros en la primavera; el
trueno en verano; los insectos en otoño; el viento en invierno. Una tras otra,
las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin. Y su
continuo transcurrir, ¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se
ha roto?
Lo mismo sucede entre los hombres; el más perfecto de los sonidos
humanos es la palabra; la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la
palabra. Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre los
hombres a aquellos que son más sensibles, y los hace resonar».
(PAZ, Octavio. Chuang-Tzu. Madrid: Siruela, 1997, p. 72-73).
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