27 abr 2020

La librería de Macondo

Librería El Péndulo (México D.F.)
«Aureliano se fue, y no volvió a salir ni siquiera por curiosidad cuando oyó el rumor de los funerales solitarios. A veces, desde la cocina, veía a José Arcadio deambulando por la casa, ahogándose en una respiración anhelante, y seguía escuchando sus pasos por los dormitorios en ruinas después de la medianoche. No oyó su voz en muchos meses, no sólo porque José Arcadio no le dirigía la palabra, sino porque él no tenía deseos de que ocurriera, ni tiempo de pensar en nada distinto de los pergaminos. A la muerte de Fernanda, había sacado el penúltimo pescadito y había ido a la librería del sabio catalán, en busca de los libros que le hacían falta.

1 abr 2020

El silencio de la peste


Blowball  (1943),  de M.C. Escher
«El doctor seguía mirando por la ventana. De un lado del cristal el fresco cielo de la primavera y del otro lado la palabra que todavía resonaba en la habitación: la peste. La palabra no contenía sólo lo que la ciencia quería poner en ella, sino una larga serie de imágenes extraordinarias que no concordaban con esta ciudad amarilla y gris, moderadamente animada a aquella hora, más que zumbadora y ruidosa; feliz, en suma, si es posible que algo sea feliz y apagado. Una tranquilidad tan pacífica y tan indiferente negaba casi sin esfuerzo las antiguas imágenes de la plaga. 
Atenas apestada y abandonada por los pájaros, las ciudades chinas cuajadas de agonizantes silenciosos, los presidiarios de Marsella apilando en los hoyos los cuerpos que caían, la construcción en Provenza del gran muro que debía detener el viento furioso de la peste.

21 mar 2020

¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!

El despertar de Adonis (1899),  de John William Waterhouse
¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!, de sus preguntas que vuelven.
Del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas
            de necios,
De mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más
            necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos despreciables,
            de la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las multitudes afanosas y
            sórdidas que me rodean,

14 mar 2020

Motivo para una partida

«Dejé los bosques por una razón tan buena como la que me llevó a ellos. Quizá porque me parecía que tenía varias vidas más que vivir y que no podía seguir prodigando mi tiempo en aquélla. Choca y sorprende con qué facilidad e inconsciencia proseguimos una particular ruta, haciéndonos de ella un camino trillado. No habría vivido allá una semana cuando mis pies habían hecho ya un camino desde mi puerta a la ribera; y aunque hace ya cinco o seis años desde que lo recorriera, me resulta claramente aún familiar.