Las acomodaciones de los deseos (1929), de Salvador Dalí |
«Y como yo estaba lleno de un amor que andaba todavía un poco bravo por el mundo, todavía un poco errático, girando en torno de la amada pero sin acabar de confundirse y colmarse definitivamente en ella, entonces ocurría que me paraba a contemplar no importa qué, una hierba silvestre o el paso de una nube, y con eso alcanzaba por un instante la intensidad que el amor exigía pero que al mismo tiempo me negaba. Quizá yo empezaba a intuir que así es como la vida nos mueve y nos enreda, y nos fatiga sin desmayo, porque si no alcanzamos lo que anhelamos, el corazón lo perseguirá cada vez con más saña, pero si lo logramos, o creemos lograrlo, añoraremos el anhelo que poníamos en la persecución. ¡Entonces si éramos jóvenes e incansables! Entonces, siempre entonces.