Árbol golpeado por el viento (1883), de Vincent van Gogh |
da libertad y bienaventuranza.
Como tu voz, que es casi luz, almendra
abierta de misterio y de lujuria,
con sus tonos astutos, tierna y seca, latiendo
tan desnuda que limpia la alegría,
con su esmalte y sus ángulos,
sus superficies bien pulimentadas,
no con arrugas, pero
penetrando en mí siempre,
unas veces sumisa y precavida,
trémula de inocencia otras, y en secreto,
bien sé si turbio o si transparente.
Su oscuridad, su vuelo
a ras de tierra, como el del vencejo
o a medio aire como el de la alondra
su ronquera nocturna, y este viento de marzo
entre tu voz, y la ciudad, y el tráfico…
Su terreno rocoso, casi de serranía,
el timbre embravecido y firme, conmovido, escondido
en ese cielo de tu boca, en ese
velo del paladar, tan oloroso como
el laurel, cerca del mar Cantábrico, desde donde
te oigo y amo.
(RODRÍGUEZ, Claudio. Poesía completa (1953-1991). Barcelona: Tusquets, 2001, p. 284-285).
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