«El poema del mar quedó, de momento, inconcluso, pero aquel año acudí a la visita vestida de azul, para que viera el color… Los versos que le llevaba, sin embargo, tenían tonos rojos –como la carta, como el mensaje– y también verdes; eran carnales y dramáticos. Sólo del amor podría aún brotar aquí la felicidad, si la felicidad no fuera pasión, había escrito él. Y yo, como respuesta: “así este amor es como la tormenta, tiene la concreción de un arco de lluvia, el sonido de las hojas azotadas por el viento en un cántico repetido por breves quejidos verdes, tiene raptos fulgurantes, estallidos, alas negras como la noche densa y es tembloroso como la oscuridad, remansado e inabarcable como el mar desde el cielo, fresco en una línea en formación perpetua. Asediante, absorbente como la arena que nunca sacia las olas…».
(JANÉS, Clara. La voz de Ofelia. Madrid: Siruela, 2005, p. 81).
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