Penélope y los pretendientes (1912), de John William Waterhouse |
Tras cuyo golpe el bosque reverbera,
¡y los ecos!
Ecos que viajan
desde el centro como caballos.
La savia
aflora como el llanto, como
el agua que persigue
restablecer su espejo
sobre la roca
que cae y se sumerge,
cráneo blanco
comido por las algas.
Años más tarde
me las cruzo por el camino…,
palabras secas, sin jinete,
el ruido infatigable de los cascos.
Y mientras,
desde el fondo de la charca, estrellas fijas
gobiernan una vida.
(PLATH, Sylvia. Ariel. Madrid: Nórdica Libros, 2020, p. 116).
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