Flores despiertas en la noche, de Li-Shu Chen
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«Los autores
que me estimularon más para escribirla fueron los novelistas norteamericanos, y
en especial los que me mandaron a Sucre los amigos de Barranquilla. Sobre todo
por las afinidades de toda índole que encontraba entre las culturas del sur
profundo y la del Caribe, con la que tengo una identificación absoluta,
esencial e insustituible en mi formación de ser humano y escritor. Desde estas
tomas de conciencia empecé a leer como un auténtico novelista artesanal, no
sólo por placer, sino por la curiosidad insaciable de descubrir cómo estaban
escritos los libros de los sabios. Los leía primero por el derecho, luego por
el revés, y los sometía a una especie de destripamiento quirúrgico hasta
desentrañar los misterios más recónditos de su estructura. Por lo mismo, mi
biblioteca no ha sido nunca mucho más que un instrumento de trabajo, donde
puedo consultar al instante un capítulo de Dostoievski, o precisar un dato
sobre la epilepsia de Julio César o sobre el mecanismo de un carburador de
automóvil. Tengo, incluso, un manual para cometer asesinatos perfectos, por si
lo necesitara alguno de mis personajes desvalidos. El resto lo hicieron los
amigos que me orientaban en mis lecturas y me prestaban los libros que debía
leer en el momento justo, y los que han hecho las lecturas despiadadas de mis
originales antes de publicarse».
(GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla. 4ª ed. Barcelona: Random House Mondadori, 2005, p. 401).
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