Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
28 mar 2020
25 mar 2020
21 mar 2020
¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!
El despertar de Adonis (1899), de John William Waterhouse |
¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!, de sus preguntas que
vuelven.
Del desfile interminable de los desleales, de las
ciudades llenas
de
necios,
De mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién
es más
necio
que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los
objetos despreciables,
de
la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y
sórdidas
que me rodean,
14 mar 2020
Motivo para una partida
«Dejé los bosques por una
razón tan buena como la que me llevó a ellos. Quizá porque me parecía que tenía
varias vidas más que vivir y que no podía seguir prodigando mi tiempo en
aquélla. Choca y sorprende con qué facilidad e inconsciencia proseguimos una particular
ruta, haciéndonos de ella un camino trillado. No habría vivido allá una semana cuando mis pies habían
hecho ya un camino desde mi puerta a la ribera; y aunque hace ya cinco o seis
años desde que lo recorriera, me resulta claramente aún familiar.
9 mar 2020
Formación de un escritor
Flores despiertas en la noche, de Li-Shu Chen
|
«Los autores
que me estimularon más para escribirla fueron los novelistas norteamericanos, y
en especial los que me mandaron a Sucre los amigos de Barranquilla. Sobre todo
por las afinidades de toda índole que encontraba entre las culturas del sur
profundo y la del Caribe, con la que tengo una identificación absoluta,
esencial e insustituible en mi formación de ser humano y escritor. Desde estas
tomas de conciencia empecé a leer como un auténtico novelista artesanal, no
sólo por placer, sino por la curiosidad insaciable de descubrir cómo estaban
escritos los libros de los sabios.
3 mar 2020
Breve historia de la revolución tecnológica
«Creced y
multiplicaos, dijimos y las máquinas crecieron y se multiplicaron.
Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas. Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las armas que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven. Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocencia. Y tienen razón».
Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas. Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las armas que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven. Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocencia. Y tienen razón».
(GALEANO, Eduardo. Espejos: una historia casi universal. México: Siglo XXI, 2008, p. 331-332).