La lectora de novela (1888), de Vincent van Gogh
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«Nuestro concepto de la
forma literaria está relacionado, en diversos aspectos, con lo privado. La
práctica de leer un libro para uno mismo, en silencio, es un desarrollo
histórico tardío. Implica cierto número de condiciones económicas y sociales:
habitación para uno solo (significativa frase de Virginia Woolf) o, por lo
menos, un lugar tan espacioso que permita un ámbito de tranquilidad; propiedad
privada del libro, con el derecho concominante de proteger un libro raro del
uso de los demás hombres; medios de luz artificial durante las horas de la
noche. Lo que está implícito es el estilo de vida de la burguesía en un
complejo industrial y altamente urbano de valores y privilegios. Este complejo
cristalizó más tarde de lo que a menudo se supone. Era todavía costumbre de la
clase media victoriana leer en voz alta, el que un miembro de la familia fuera
el “lector” del resto, o que el libro corriera “de boca en boca”. Es
molestamente necesario hacer hincapié en los inmensos cambios que acarreó el
libro impreso, con su código de sentido esencialmente visual, a las antiguas
formas de cultura colectiva oral. Marshall McLuhan ha explorado la “revolución
de Gutenberg” en la conciencia occidental. Lo que se alcanza a entender menos
es que haya mucha literatura –y mucha literatura moderna– que no fuera concebida para ser
leída en el silencio privado; que hay mucha que iba destinada a la recitación,
la mímesis de la voz que surge y escritores modernos de sensibilidad oral que
buscaban adaptar los medios orales a los silencios de la imprenta.
El impulso antiguo y natural
sobrevive en el proceso de aprender a leer: el niño y el adulto poco ilustrado
leen “a media voz”, formando palabras con los labios y, a veces, repitiendo el
suceso imaginario de la página impresa mediante movimientos simpáticos del
cuerpo. El hombre que lee solo en una habitación y con la boca cerrada un
volumen que es suyo, es producto especial de la Ilustración y ocio burgueses de
Occidente».
(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid:
Gedisa, 2000, p. 372-373).
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