Kyoto (Japón)
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«...Hervé Joncour volvió a partir hacia
Japón el primer día de octubre. Cruzó la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg
y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir
después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa,
superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta el lago
Baikal, al que la gente del lugar llamaba el demonio. Descendió por el curso
del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al
océano se detuvo en el puerto de Sabirk durante once días, hasta que un barco
de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste del
Japón. A pie, viajando por caminos, atravesó las provincias de Ishikawa,
Toyama, Niigata, entró en la de Fukushima y llegó a Shirikawa, la rodeó por el
lado este y espero durante dos días a un hombre vestido de negro que le vendó
los ojos y lo llevó hasta la aldea de Hara Kei. Cuando pudo volver a abrir los
ojos se encontró frente a dos sirvientes que cogieron sus maletas y lo
condujeron hasta los límites de un bosque donde le mostraron un sendero y lo
dejaron solo. Hervé Joncour se puso a caminar entre las sombras de los árboles,
a su alrededor y por encima de él, recortaban la luz del día. Se detuvo
solamente cuando, de improviso, la vegetación se abrió por un instante, como
una ventana, al borde del sendero».
(BARICCO, Alessandro. Seda. Barcelona: Salvat, 2001, p. 27).
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