«Deseo hablar en algún lugar sin límites; como
un hombre en estado vigil, que habla a hombres despiertos; pues estoy
convencido de que no puedo exagerar siquiera lo suficiente para poner los
cimientos de una expresión verdadera.¿Quién que haya oído una melodía temería
el hablar extravagantemente en el futuro? En vista del porvenir o posible
deberíamos vivir totalmente relajados e indecisos en lo que a nuestra
proyección se refiere, con perfiles brumosos y vagos por este lado como
nuestras sombras cuando al sol revelan una perspiración apenas perceptible. La
volátil verdad de nuestras palabras deberá traicionar en todo instante la
impropiedad del resto de nuestra expresión. Su verdad se traslada
inmediatamente; sólo quedan las palabras. Los términos que expresan nuestra fe
y nuestra piedad no son definidos; sin embargo, para las naturalezas superiores
son significativos y fragantes como el incienso».
(THOREAU, Henry David. Walden o la vida en los bosques.
Barcelona: Juventud, 2010, p. 397).
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