«El sufrimiento es uno. Se habla de
sufrimiento como se habla de placer, pero se habla de ellos cuando ya nos
dominan. Cada vez que entran en nosotros, nos sorprenden como una sensación
nueva y tenemos que reconocer que los habíamos olvidado. Son diferentes porque
nosotros también lo somos: les entregamos cada vez un alma y un cuerpo
modificados por la vida. Y sin embargo, el sufrimiento no es más que uno. No
conoceremos de él, como no conoceremos del placer, más que algunas formas,
siempre las mismas, de las que estamos presos. Habría que explicar esto:
nuestra alma, supongo, no tiene más que un teclado restringido y aunque la vida
se empeñe en hacerlo sonar, sólo podrá obtener dos o tres pobres notas».
(YOURCENAR, Marguerite. Alexis o el tratado del inútil combate. Madrid: Alfaguara, 1992, p. 56).
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