La invención de la abstracción (1912-13), de František Kupka |
«Desde su aparición la modernidad no ha cesado de
criticarse a sí misma. Pero la crítica del mundo moderno y sus horrores no me
lleva a renegar de la democracia: a pesar de sus fallas, es uno de los pocos
bienes verdaderos de la falaz civilización tecnológica. Los otros sistemas
políticos están fundados en principios ajenos a los hombres: el Mandato del
Cielo de los emperadores chinos, el Derecho Divino de los reyes absolutos, la
voluntad de la historia y del proletariado de los líderes comunistas. La
democracia funda al pueblo en nombre del pueblo: es la ley que los hombres se
dan a sí mismos. No es un destino promulgado desde lo alto o desde un más allá
de la historia; no es la ley dictada por la sangre o por los muertos; no es una
fe ni nos propone un absoluto... Es un modo de convivencia libre y pacífica.
Nos enseña a dar la mano al vecino y a luchar contra el tirano».
(PAZ, Octavio. Itinerario. 1ª ed.,
3ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 271).
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