«Para alcanzar un alto grado de placer en la
formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente
en busca de ejemplares. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no
esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría
que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer
está en seguir a la presa hasta su escondite.
Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
20 sept 2019
16 sept 2019
11 sept 2019
Lenguaje y silencio
Safo escucha a Alceo (1881), de Lawrence Alma-Tadema
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«El lenguaje es el que arranca al hombre de los códigos de señales
deterministas, de lo inarticulado, de los silencios que habitan la mayor parte
del ser. Si el silencio hubiera de retornar a una civilización destruida, sería
un silencio doble, clamoroso y desesperado por el recuerdo de la Palabra».
(STEINER, George. Lenguaje y silencio. 2ª ed. Madrid:
Gedisa, 2000, p. 15).
8 sept 2019
1 sept 2019
Blues de las preguntas
Pygmalion and Galatea (1890), de Jean-Léon Gérôme |
Hace tiempo que estoy
entristecido
porque mis palabras no
entran en tu corazón.
Muchos días estoy
entristecido
porque tu silencio
entra en mi corazón.
Hay veces que estoy
triste a tu lado
porque tú sólo me amas
con amor.
Muchos días estoy
triste a tu lado
Porque tú no me amas
con amistad.
Todos los hombres aman
mucho la libertad.
¿Sabes tú lo que es
vivir ante una puerta cerrada?
Yo amo la libertad y te
amo a ti.
¿Sabes tú lo que es
vivir ante un rostro cerrado?
(GAMONEDA, Antonio. Blues castellano. Barcelona: Plaza & Janés, 1999, p. 40).
28 ago 2019
22 ago 2019
14 ago 2019
10 ago 2019
6 ago 2019
El universo visto por el ojo de una cerradura
«Todos los
días –cuenta Freddy– yo lo ayudo a preparar las tiritas de plastilina que él
usa para escribir. Papel y lápiz, no usa. Él escribe grabando signos en la
plastilina. Yo no puedo leer lo que él escribe. Lo que él escribe no se lee con
los ojos. Se lee con los dedos.
Con él aprendí
a sentir una hoja. Yo no sabía. Él me enseñó. Cerrá los ojos, me dijo.
Con paciencia me enseñó a sentir una hoja de árbol con los dedos. Me llevó
tiempo aprender porque yo no tenía la costumbre. Ahora me gusta acariciar las
hojas, que los dedos resbalen por el lado de arriba, tan liso que es, sentir la
pelusa de abajo y los hilitos como venas que la hoja tiene adentro.