«Rosa,
divina rosa que te balanceas al viento, aún salpicada de la menuda lluvia
nocturna. Eres feliz en tu placidez, sobre la frescura jugosa de tu tallo, bajo
el dulce cielo de diciembre. Pero no tanto como yo. Tú no puedes mirarlo y yo
sí. Si sus manos posaran en tu carnadura, no las reconocerías como yo, por su
simple tacto. Si oyeras cerca de ti el latido de su corazón, no sabrías que es
el suyo, como yo, por su solo golpe».
(STORNI, Alfonsina. Poemas de amor. 3ª ed. Madrid: Hiperión,
2003, p. 51).