21 jul 2023

Todas las inteligencias despiertan por la mañana

 Campo de la Provenza en verano (1888),
Vincent van Gogh
«Cada mañana me traía una nueva invitación a conferir mi vida igual sencillez, y me atrevo a decir inocencia, que la Naturaleza misma; he sido adorador de Aurora tan sincero como lo fueran los mismos griegos. Me levantaba temprano e iba a darme un baño en la laguna; era un verdadero ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Se dice, por cierto, que en la bañera del rey Tching-thang se había grabado a tal efecto: “Renuévate completamente cada día; una y otra vez y siempre”. Lo comprendo. La mañana nos trae de nuevo los tiempos heroicos. Me afectaba tanto el leve zumbido de un mosquito que diera su vuelta invisible e inimaginable por mi habitación al romper el alba, sentado yo con puerta y ventana abiertas, como pudiera hacerlo una trompeta que cantara a la fama. Era el réquiem de Homero; la Ilíada y la Odisea desgranando en el aire sus iras y extravíos. Había algo de cósmico en ello; un anuncio permanente, hasta que se vete, del eterno vigor y fecundidad del mundo. La mañana, el más memorable estadio del día, es la hora del despertar, cuando menor es la somnolencia que nos embarga; y por lo menos durante una hora, amanece en nosotros una parte que sigue adormilada durante el resto del día y de la noche. Poco es lo que cabe esperar de ese día, si tal puede llamársele, en que no somos desvelados por nuestro Genio, sino por la mecánica agitación de algún sirviente o por la sirena de una fábrica, en lugar de serlo por nuestras recién adquiridas fuerzas y aspiraciones, que desbordan desde nuestros adentros y se acompañan de música celestial en una atmósfera llena de fragancia, para acceder a una vida superior a la que dejamos antes de dormirnos, de este modo la oscuridad da su fruto y se revela tan buena como la luz. El hombre que no cree que cada día contiene una hora más temprana, más sagrada y más resplandeciente que la que ya ha profanado, ha desesperado de la vida y rueda por una pendiente oscura. Luego del cese parcial de su vida sensitiva, el alma del hombre, o más bien sus órganos, se revigorizan diariamente, y su Genio intenta emprender de nuevo una vida noble. Debiera decir que todos los eventos memorables tienen lugar por la mañana, en una atmósfera matutina. Los Vedas dicen: “Todas las inteligencias despiertan por la mañana”. La poesía y el arte y las acciones más célebres de los hombres datan de esas horas. Todos los poetas y héroes, al igual que Memnón, son hijos de la Aurora y emiten su música con el alba. Para aquel cuyos pensamientos elásticos y vigorosos siguen la marcha del sol, el día es una perpetua mañana. No importa lo que indiquen los relojes o las actitudes y los trabajos de los hombres. Es mañana cuando estoy despierto y resplandece en mi la alborada».


(THOREAU, Henry David. Walden o la vida en los bosques. Barcelona: Juventud, 2010, p. 117-118).

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