«Gentes
así, gentes de paso, yo he conocido a muchas en la vida. A todos nos ocurre.
Gente que llega, levanta su tinglado junto al nuestro, iniciamos una relación
donde no faltan los planes, las promesas, la presunción de un futuro común, se
traban nuestros días en un único nudo de aconteceres, y luego de pronto uno de
los dos desaparece para siempre arrastrado por cualquier contingencia y ahí se
cierra la historia. Según pasan los años, uno comprende cada vez mejor que el
grueso de la vida es una suma de experiencias inconexas y apenas esbozadas.
Gente como el profesor de filosofía, y otros muchos de los que apenas recuerdo
una cara, un gesto, una voz, una impresión, un nombre o una frase, que
enraizaron en mí un breve tiempo y después prosiguieron su rumbo, y yo el mío,
de manera que nuestros destinos, que por momentos parecía que iban a unir sus
cauces y a formar uno solo, finalmente se bifurcaron para ya no encontrarse
nunca».
(LANDERO, Luis. El guitarrista. Barcelona: Tusquets, 2002, p. 29).
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