Enheduanna (2285-2250 a C.) |
«La historia de la literatura empieza de forma inesperada. El primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años antes de Homero,
Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos
resuenan todavía en los Salmos de la Biblia. Los rubricó con orgullo. Era hija
del rey Sargón I de Acad, que unificó la Mesopotamia central y meridional en un
gran imperio, y tía del futuro rey Naram-Sim. Cuando los estudiosos descifraron
los fragmentos de sus versos, perdidos durante milenios y recuperados solo en
el siglo XX, la apodaron “la Shakespeare de la literatura sumeria”,
impresionados por su escritura brillante y compleja. “Lo que he hecho nadie lo
hizo antes”, escribe Enheduanna. También le pertenecen las más antiguas
notaciones astronómicas. Poderosa y audaz, se atrevió a participar en la
agitada lucha política de su época, y sufrió por ello el castigo del exilio y
la nostalgia. Sin embargo, nunca dejó de escribir cantos para Inanna, su
divinidad protectora, señora del amor y de la guerra. En su himno más íntimo y
recordado, revela el secreto de su proceso creativo: la diosa lunar visita su
hogar a medianoche y la ayuda a “concebir” nuevos poemas, “dando nacimiento” a
versos que respiran. Es un suceso mágico, exótico, nocturno. Enheduanna fue –que sepamos– la primera persona en describir el misterioso parto de
las palabras poéticas».
(VALLEJO,
Irene. El infinito en un junco: la invención
de los libros en el mundo antiguo. 11ª ed. Madrid: Siruela, 2020, p. 164-165.)
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