«La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me
llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos,
en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero
de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico, se habían detenido a la
orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río
del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene.
Yo estaba
empezando mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para
borrar la memoria, ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé toda
una mar?