El sembrador (1888), de Vincent van Gogh |
«Mi experiencia me enseñó, por lo menos,
que si uno avanza confiado en la elección de sus sueños y se esfuerza por vivir
la vida que ha imaginado, tropezará con el éxito menos esperado en su vida
corriente. Dejará atrás un gran número de cosas, atravesará una frontera
invisible; leyes nuevas, universales y más abiertas empezarán a establecerse
dentro y alrededor de su persona; o se ampliarán las viejas, cuya
interpretación le favorecerá con más largueza; vivirá en una libertad propia de
un orden de seres más elevado. A medida que simplifique su vida, las leyes del
universo se le revelarán menos complejas, la soledad dejará de ser soledad; la
pobreza, pobreza; la debilidad, debilidad. Si has levantado castillos en el
aire, tu trabajo no tiene por qué ser vano; ahí es donde debieran estar. Ponles
ahora tus cimientos».
(THOREAU, Henry David. Walden o la vida en
los bosques. Barcelona: Juventud, 2010, p. 396).
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