4 dic 2015

Vida del bosque

   «Cuentan que los árboles guardan en el interior de sus ásperas cortezas, ríos de savia y memoria. Ellos, mudos testigos del devenir humano, recogen sus vidas y las almacenan en su interior, por eso, cuando los leñadores cortan sus troncos, afirman que, alguna vez, escuchan ecos de palabras, murmullos de gentes ya muertas con sus voces intactas; llantos y risas tan reales que pueden enloquecer a quien los escuche. Por eso, antes de profanar con el filo de sus herramientas el interior de sus troncos, rezan a los dioses solicitando permiso, concediendo tiempo al árbol para que, a través de sus hojas, obtenga el tiempo necesario para transmitir sus recuerdos a otro cercano. Y nunca, según la tradición de los leñadores, deben cortarse dos árboles próximos para permitir que uno pueda recoger la memoria del otro y no ardan las vidas de los muertos en las cocinas de los vivos».


(ÁLVAREZ, Blanca.  El puente de los cerezos. 3ª ed. Madrid: Anaya, 2006, p.126).

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