Ágora donde iniciar historias sobre libros, naturaleza, arte y poesía; donde hallar las palabras soñadas o queridas, sin la perspectiva del tiempo... como en una biblioteca.
30 jun 2018
24 jun 2018
18 jun 2018
Reticencias
Endymion (c.a. 1725), de Antonio
Corradini
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«Si
aún no he dicho nada de una belleza tan visible, no hay que ver en ello la
reticencia de un hombre completamente conquistado. Pero los rostros que
buscamos desesperadamente nos escapan; apenas si un instante».
(YOURCENAR,
Marguerite. Memorias de Adriano. 1ª ed., 21ª
reimp. Barcelona: Edhasa, 1991, p. 130).
15 jun 2018
6 jun 2018
Macondo
On the hill large (1878), de Homer Winslow |
«El tren hizo parada en una estación sin
pueblo, y poco después pasó frente a la
única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: Macondo.
Esta palabra me había llamado la atención desde los primeros viajes con mi abuelo,
pero sólo de adulto descubrí que me gustaba su resonancia poética. Nunca se lo
escuché a nadie ni pregunté siquiera qué significaba. Lo había usado ya en tres
libros como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una
enciclopedia casual que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no
produce flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y
esculpir trastos de cocina.
31 may 2018
23 may 2018
16 may 2018
El itinerario de ser persona
Mujer en tres etapas (1894), de Edvard Munch
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4 may 2018
Luz
Le pregunté de dónde la había traído.
Él la apagó y me dijo:
“Ahora dime tú dónde se ha ido».
(SHAH, Idries. El camino del sufí. Buenos Aires: Paidós, 1978, p. 270).
28 abr 2018
El aire y el viento
Campo con amapolas (1890), de Vincent van Gogh
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«Por los caminos voy, como el burrito de San
Fernando, un poquito a pie y otro poquito andando.
A veces me reconozco en los demás. Me
reconozco en los que quedarán, en los amigos abrigos, locos lindos de la
justicia y bichos voladores de la belleza y demás vagos y mal entretenidos que
andan por ahí y por ahí seguirán, como seguirán las estrellas de la noche y las
olas de la mar. Entonces, cuando me reconozco en ellos, yo soy aire aprendiendo
a saberme continuado en el viento.
Me
parece que fue Vallejo, César Vallejo, quien dijo que a veces el viento cambia
de aire.
Cuando yo ya no esté, el viento estará,
seguirá estando».
(GALEANO, Eduardo. El
libro de los abrazos. 34ª reimp. Madrid: Siglo
XXI de España, 2015, p. 257).