Si nosotros pudierámos encontrar también algo humano
puro, contenido,
una estrecha franja de tierra fecunda que nos
perteneciese,
entre la piedra y la corriente. Pues nuestro propio
corazón nos sigue
sobrepasando siempre, como a ellos. Y ya podemos
contemplarlo en imágenes
que lo calmen, ni en los cuerpos divinos
que, al ser más grandes, lo moderan.