Dreamers (1882), de Albert Joseph Moore
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«¿Por
qué los poetas? Porque los poetas crean
en el momento las palabras que nombran las situaciones y las cosas. No disponen
antes de ellas, no las tienen, como los que ejercen su derecho-de-palabra, ya
preparadas y empaquetadas. Los poetas caminan al lado de las situaciones y las
cosas, y en su porte está el estilo del viandante, no el del topógrafo que
delimita espacios y mide recorridos. Para el topógrafo el camino es un trazado
con sus señales y su dirección; para el poeta es un estar simplemente en
camino, con los viandantes que el camino haya puesto en marcha. La dirección
surge de cada encuentro, porque cada encuentro despliega en cada hombre al
hombre. No al descrito por los ejercedores del derecho-de-palabra que, para defenderse
del hombre, construyen modelos para ver luego con cuál se corresponde quien
encuentran. El poeta ha renunciado ya desde hace tiempo a su seguridad e
invulnerabilidad, y por eso puede encontrar.
Además, sin derecho-de-palabra, el poeta
habla justo lo que es menester para crear las condiciones de escucha. Por ello,
cuando el poeta habla no siempre se entiende lo que dice, y cuando el poeta
escribe no se logra siempre seguir hasta el fondo de sus páginas, que están tan
llenas de vacío. En este vacío está el acontecer poético, la condición esencial
para que una escucha sea posible. La poesía, que no está hecha para ser leída,
sino para ser escuchada, querría promover en quien “lee” la escucha de sí, a un
nivel más profundo de aquel en el que normalmente nos escuchamos. Dentro de
nosotros no se agitan sólo pensamientos,
problemas o emociones. Ésas son sólo las formas en las que ese enigma, que cada
uno de nosotros es, intenta decirse.
Los poetas nos alcanzan en nuestro enigma no
con el rito secreto de la confesión, ni siquiera con el silencio artificial del
rito psicoanalítico, sino con el don de nuestras palabras que, en su confuso
articularse, esconden y desvelan juntamente la palabra-clave.
Los poetas son los guardas custodios del
umbral, y por eso Heidegger les llama “los más arriesgados”. Tanto si escriben
poesías como si hablan con la gente, los poetas dicen en una total ausencia de
protección, se atreven con lo callado, no se quedan evidentemente en las
locuciones y modismos. La gente, la que no tiene derecho-de-palabra, se
encuentra con ellos como en su casa, que no es nunca una casa protegida. La que
construyen los poetas es en efecto una casa abierta a todos los mensajes del
mundo. Donde el mundo, cada uno de nosotros lo sabe, va mucho más alla de los
confines y de su total indiferencia a las vicisitudes humanas».
(GALIMBERTI, Umberto. ¿Por qué los poetas? EN: Archipiélago:
Cuadernos de crítica de la cultura, ISSN 0214-2686, nº 37, 1999 , p. 77).
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