8 sept 2021

La lectura en la infancia


La lectura (1932),  de Pablo Picasso
«No hay quizás días de nuestra infancia que hayamos vivido tan plenamente como los que hemos creído pasar sin vivirlos, aquellos que hemos pasado con un libro preferido. ¿Quién no recuerda como yo esas lecturas hechas en tiempo de vacaciones, que íbamos a esconder sucesivamente en todas esas horas del día que eran bastante apacibles e inviolables para poder darles asilo? Por la mañana, al volver del parque, cuando todos se habían marchado a dar un paseo, yo me metía en el comedor, donde, hasta la hora todavía lejana de la comida, no entraría nadie más que la vieja Felicia, relativamente silenciosa, y donde no tendría por compañeros, muy respetuosos con la lectura, sino los platos pintados que estaban colgados en la pared, el calendario, cuya hoja del día anterior había sido arrancada recientemente, el reloj de péndulo y el fuego, que hablan sin pedir que se les conteste y cuyas dulces frases vacías de sentido no vienen como las de los hombres, a sustituir, con uno diferente, el de las palabras que leéis».


(RUSKIN, John. Sésamo y lirios: ensayos sociales. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1950, p. 9-10).

1 sept 2021

Reencuentro laboral

Oficina en una pequeña ciudad (1953), de 
Edward Hopper

«Primer día hábil de septiembre. Pasan cinco minutos de las ocho y ya está cada cual en su puesto: Bernal, Pacheco, Martínez, Matías, Sol y Veguita. Poco antes se han reunido allí mismo, en el espacio despejado de la sala, han ido llegando cada cual por su rumbo y uno tras otro han aportado al grupo su frase de reconocimiento y homenaje: parecen hormigas que cada cual trae su hoja seca, su hierbecita, su brizna de algo para el común sustento del invierno: qué tal todo, ¿por dónde has andado?, aquí estamos de nuevo, qué bien te veo, cómo pasa el tiempo, no somos nadie, parece que fue ayer, y cuando nos demos cuenta otra vez Navidad.

17 ago 2021

De paso y aprisa

«Y pareció que de nuevo aquel hombre le adivinaba el pensamiento porque antes de continuar con su historia, otra noche le dijo:
–Supongo que te habrás preguntado por qué te hablé de algo tan personal y privado a ti, precisamente a ti a quien apenas conozco. A cuento de qué estos desahogos. Pero es que, según mi modo de ver las cosas, tú no eres un desconocido para mí. Es posible incluso que, en cierto modo, te conozca mejor que tú a ti mismo.

7 ago 2021

Amor en la naturaleza

Cómo aman las flores
el sol
¡Aquí parpadea!


How flowers love
the sun
Blinking there!



(KEROUAC, Jack. Libro de haikus. Madrid: Bartleby, 2007, p. 48-49).

31 jul 2021

Una oportunidad

Development-II- (1939), de M.C. Escher
«–¿La epidemia avanza?–preguntó Rambert.
Rieux dijo que no y que incluso la curva de las estadísticas subía menos deprisa. Lo que pasaba era, simplemente, que los medios de lucha contra la peste eran insuficientes.
–Nos falta material –decía–. En todos los ejércitos del mundo se reemplaza el material con hombres, pero a nosotros nos faltan hombres también.
–Han venido de fuera médicos y personal sanitario.
–Sí –dijo Rieux–. Diez médicos y un centenar de hombres es mucho, aparentemente, pero es apenas bastante para el estado actual de la enfermedad. Si la epidemia se extiende, serían insuficientes.

16 jul 2021

El murciélago

«El conde Drácula le dio mala fama.

Aunque Batman hizo lo posible por mejorarle la imagen, el murciélago sigue provocando más terror que gratitud.

Pero el símbolo del reino de las tinieblas no atraviesa la noche en busca de pescuezos humanos. En realidad, el murciélago nos hace el favor de combatir la malaria cazando mil mosquitos por hora y tiene la gentileza de devorar los insectos que matan las plantas.

A pesar de nuestras calumnias, este eficiente pesticida no nos enferma de cáncer ni nos cobra por sus servicios». 

 

(GALEANO, Eduardo. Bocas del tiempo. Madrid: Siglo XXI de España, 2004, p. 316).

 

8 jul 2021

Los dos estados más profundos

Castillo y sol (1928), de Paul Klee
«Cuanto más envejezco yo misma, más constato que la infancia y la vejez no sólo se juntan sino que son también los dos estados más profundos que nos es dado vivir. La esencia de un ser se revela en ellos, antes o después de los esfuerzos, aspiraciones y ambiciones de la vida. El rostro liso de Michel niño y el rostro surcado de arrugas del viejo Michel se parecen, lo que no siempre sucedía con sus caras intermedias de la juventud y la edad madura. Los ojos del niño y los del viejo miran con el tranquilo candor de quien aún no ha entrado en el baile de máscaras, o bien de quien ha salido ya. Y todo el intervalo parece un tumulto vano, una agitación en el vacío, un caos inútil, y uno se pregunta por qué ha tenido que pasar por él». 
 

(YOURCENAR, Marguerite. El laberinto del mundo. Madrid: Alfaguara, 2012, p. 413).