Mata mua (Érase una vez), (1892) de Paul
Gauguin
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Cuénteme
otra historia, viejo amigo – dijo Philip dejándose caer pesadamente en una
silla –. Necesito un whisky y una historia cuando estoy delante del mar... Que
sea la historia más hermosa y menos verdadera posible».
(YOURCENAR, Marguerite. Cuentos orientales. Barcelona: Suma de letras, 2000, p. 54).
Los relatos que
componen Cuentos
orientales se inspiran en la literatura popular y el folklore
de los Balcanes, en la siempre bella Grecia, en la milenaria y a veces velada
China, lugares a los que Marguerite Yourcenar se acerca con un personal y
sosegado misticismo.
«En un universo en donde todo
pasa como un sueño, sentiría remordimientos de durar para siempre. No me quejo
de que las cosas, los seres, los corazones sean perecederos, puesto que parte
de su belleza se compone de esta desventura. Lo que me aflige es que sean
únicos».
(Ibidem, p. 83).
En esta obra, la
historiadora, poeta y novelista francesa recupera una sutil música procedente de un mundo diferente, de
costumbres lejanas, que se acercan al lector con exquisitas representaciones
simbólicas, como el viejo pintor Wang Fo, que se evade en el mar de jade que su
pincel acaba de trazar.
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