21 oct 2022

Mar en otoño


El embravecido sonido

de las olas en otoño

He caminado de la mañana a la noche.



(SANTÔKA, Taneda. Saborear el agua: 100 haikus de un monje zen. Madrid: Hiperión, 2004, p. 55).

14 oct 2022

Este cielo

Otoño en mi ciudad, de Olga Kvasha
El brillo del crepúsculo
llamarada del día
que proclama que el día ha terminado
cuando aún es de día.

El acorde final que,
resonante,
dice el fin de la música
mientras la música se oye todavía.

Este cielo de otoño
su imagen remansada en mis pupilas,
piadosa moratoria que la tarde concede
a la débil penumbra que aún me habita.



(GONZÁLEZ, Ángel. El otoño y otras luces. Barcelona: Tusquets, 2001, p. 19).

6 oct 2022

Creer

Imperceptible,


el viento
acaricia la arboleda que roza,
desprende las hojas en las que se despide.

Creer, orar, es palpitar el nacer.
en cada brizna que va muriendo.



(MUJICA, Hugo. Y siempre después del viento. Madrid: Visor, 2011, p. 38).

23 sept 2022

Van Gogh

El viñedo rojo (1888), de Vincent van Gogh

«Cuatro tíos y un hermano estaban dedicados al comercio de obras de arte, pero él consiguió vender un cuadro, sólo uno, en toda su vida. Por admiración o por lástima, la hermana de un amigo le pagó cuatrocientos francos por un óleo, El viñedo rojo, pintado en Arles.

Más de un siglo después, sus obras son noticia en las páginas financieras de diarios que jamás leyó, son las pinturas más cotizadas en galerías de arte donde nunca entró, las más vistas en museos que ignoraron su existencia y las más admiradas en academias que le aconsejaron que se dedicara a otra cosa.

13 sept 2022

Palabras

Penélope y los pretendientes (1912),
de John William Waterhouse
Hachas
Tras cuyo golpe el bosque reverbera,
¡y los ecos!
Ecos que viajan
desde el centro como caballos.

La savia
aflora como el llanto, como
el agua que persigue
restablecer su espejo
sobre la roca

6 sept 2022

El meollo de la vida

El bote blanco (1905) de Joaquín Sorolla.
«Ficciones y delirios son tomados por sólidas verdades mientras que la realidad se nos antoja fabulosa. Si los hombres contemplaran sólo realidades y se sustrajeran al engaño, la vida, comparándola con lo que conocemos, sería como un cuento de hadas, algo digno de Las mil y una noches. Si respetáramos solamente lo que es inevitable y tiene derecho a ser, la música y la poesía resonarían por las calles. Cuando actuamos sin prisas y con prudencia, nos damos cuenta de que sólo lo grande y valioso posee existencia permanente y absoluta y de que las cuitas y placeres vanos no son sino sombra de la realidad. Ello resulta estimulante, sublime. Cerrando los ojos y dormitando, en cambio, dejando que las apariencias les engañen, los hombres establecen y confirman por doquier su vida diaria de rutina y hábito sobre bases puramente ilusorias. Los niños, que juegan a la vida, disciernen su verdadera ley y relaciones con más claridad que los adultos, quienes no logran vivirla dignamente, pero se creen más sabios por su experiencia, es decir, por sus fracasos».


(THOREAU, Henry David. Walden o la vida en los bosques. Barcelona: Juventud, 2010, p. 125).